Verdaderamente, este segundo movimiento no solo guarda la función de ser una
inflexión entre los dos movimientos rápidos y agitados de este concierto, sino de
darle al mismo una profundidad, un misticismo y una elevación espiritual y
filosófica apoyada en el ideario de la teosofía. El compositor adoptó las
doctrinas de la teosofía como cimiento conceptual de sus estructuras musicales,
de sus texturas, colores y timbres, atmósferas… en busca de una elevación
espiritual y filosófica.
Como dijera Gottlieb Giennium en el Prólogo a mi investigación: «… el segundo movimiento surge lentamente,
como un aria operística en la que se usan algunos elementos jazzísticos y donde
el diálogo entre flauta y trompeta nos transporta a la Grecia clásica,
conformando una plegaria en nuestro interior»…
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