
fue mucho más que un director atípico, tal y como
testimoniaba la atmósfera casi religiosa que a menudo se
producía en sus conciertos
A continuación os dejo con un punto de vista totalmente original, único, que hace pensar … y, eso me encanta.
El maestro Celibidache no deja de sorprendernos con su sabiduría.
… Cuando dirijo, no hago música, sino que creo las condiciones para que
la gente pueda trascender el sonido. No existe trascendencia sin apropiación.
Cuando estoy delante de una orquesta, me siento como un escultor
frente a un bloque de piedra; cuando ha dado todos sus golpes, queda,
por ejemplo, una cabeza de hombre.
¿Cúal es el denominador común de todo lo que hago cuando dirijo?
Nunca dejo de decir no: «No, no es así, ¡es demasiado veloz! Así no, habéis
tapado a la segunda trompa … No es el tema, el tema está allí. No, no y
no», para que al final aparezca el «sí». Pero el sí no soy yo quien lo
construye, sino que sólo creo las condiciones para que cada uno pueda
hacerse una idea del sí. Sin embargo hay músicos que jamás podrán
modelar un sí. La mayor parte de ellos ha reducido la música a una
alternancia discursiva de acontecimientos completamente aislados del
contexto.
Por ejemplo, cuando una melodía concluye, en general, se reanuda la
frase demasiado alta, o demasiado baja. En realidad, es necesario
reanudarla exactamente donde la otra termina. Ello puede realizarse,
pero nadie tiene la menor idea de lo que es este concepto, la
Raumlichkeit, la espacialidad, si se quiere. Si hay tres compases tocados
por la flauta acompañando a la trompa, ¿cómo se debe componer
íntegramente el pasaje? Algunos elementos tienen que hallarse en la
conciencia de quien los toca, y éste debe tener la concepción de lo que
busca.
Cuando me encuentro frente a la orquesta, estoy delante de múltiples
informaciones ¿Cual es la tendencia, cual, el único objeto que mi acto de
voluntad tendría que seguir? el de reducir esta multiplicidad a una
unidad cualquiera, y la reducción no se entiende como pérdida o eliminación…